viernes, 22 noviembre 2024
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¡¡¡TOTS SOM BARCELONA!!!

Inicialmente los buitres asistieron desde sus atalayas a la masacre de Barcelona, quizá cohibidos por las repercusiones del mismo. Pero según han pasado los días, y a medida que los cadáveres se han ido enfriando, se han lanzado cada vez con más virulencia a alimentarse de los despojos del atentado. De modo que en estas últimas horas asistimos asombrados al festín de carroñeros que pretenden obtener jugosas tajadas de la desgracia de las Ramblas. Muestran en los medios sus ensangrentados picos y despliegan amenazantes sus alas para defender el trofeo que pretenden haber obtenido. Cuando ya solo queden los descarnados huesos tostándose al sol regresarán a sus atalayas para digerir el banquete y esperar pacientemente nuevas y seguras víctimas.

Por supuesto, no voy aquí a hacerme eco de ninguno de los graznidos de las diversas especies de buitres que se han dado cita alrededor del drama de Barcelona, ni me voy a detener a argumentar contra ninguna de las barbaridades que se han hecho o dicho. Simplemente me basta afirmar que para distinguir a un carroñero de otras aves, basta con pensar la manera en la que los primeros emplean la desgracia de otros para reforzar sus posiciones. Es lo que tiene alimentarse de carroña.

Es cierto que este tipo de calamidades despiertan reacciones tan heroicas como admirables en la población civil, y el caso de Barcelona no ha sido una excepción. Pero también lo es que tras la ineludible idea de que la vida sigue, se oculta una horrible perversión. Ya estamos todos distraídos apostando por los leonados o por los buitres negros, siempre y cuando la Liga de Fútbol nos lo permita. Mientras, nos conformamos con desear que la próxima no me toque ni a mi ni a los míos.

Y es que es tan evidente que vamos a padecer nuevos atentados similares que todos hacemos como si no fuese verdad. Y aunque existen poderosas razones geoestratégicas, económicas sociales, culturales y religiosas detrás del fenómeno del terrorismo yihadista, en ocasiones pienso que llegan a ser una excusa para la inacción. Al igual que la zorra cuando afirmó que las uvas estaban verdes, nosotros argumentamos “poderosas” razones simples para explicar tan complejo problema. De esa manera alcanzamos soluciones “sencillas”, de barra de bar, pero imposibles; encendemos la tele para ver si nuestros buitres ganan la contienda dialéctica; y finalmente nos convencemos de que no había quién se comiese aquellas uvas.

Nuestra inoperancia es el primer peldaño para la próxima masacre.

Independientemente de todas esas razones que esgrimimos, algunas poderosas e ineludibles, hay un aspecto angular que parece que olvidamos sistemáticamente. Los atentados son cometidos por personas que comparten una serie de rasgos comunes. En occidente no llegamos ni a imaginar qué demonios pasa por la cabeza de unos jóvenes que deciden asesinar indiscriminadamente para finalmente acabar con su vida. He de reconocer mi absoluta incapacidad para comprender ese proceso mental. Sin embargo, tengo muy claro que la “radicalización” que se esgrime en los medios de comunicación no es un virus que uno se pilla por beber agua contaminada con el germen del yihadismo. Este proceso tiene unas causas, se ayuda de unos argumentos que convencen al potencial terrorista y finalmente beneficia a un tercero. Si logramos actuar eficazmente sobre este esquema de razonamiento, quizá seamos capaces de prevenir esas aparentemente inevitables radicalizaciones.

Es decir, asumamos que dentro del sinsentido de un atentado de estas características, existe una lógica dentro de la cabeza de los asesinos que finalmente conduce a un acto de aparente irracionalidad. ¿Qué cree el terrorista que está haciendo cuando se lanza al suicidio después de haber segado tantas vidas como le permiten las circunstancias?. No es imposible de descubrir, aunque yo desconozco la respuesta a esa pregunta, pero debemos hacérnosla. La respuesta no debe de estar muy alejada de lo que les sucede a quienes se ven arrastrados a una secta de esas que de vez en cuando (cada vez menos) salen en los medios.

Si comprendemos lo que pasa por la cabeza de estos individuos, quizá podamos lograr que nadie vuelva a sostener esas banderas ni esas armas…

Si conocemos cuál es el germen que provoca la radicalización (ese click mental que transforma a muchachos aparentemente integrados en sanguinarios asesinos), quizá seamos capaces de desarrollar vacunas eficaces. Deberíamos comprender desde el punto de vista psicológico y psiquiátrico qué sucede en esas cabezas que terminan en el más horrible de los disparates y cuáles son las razones que les llevan a ejecutarlas. De ese modo, quizá se podrían desarrollar medidas preventivas eficaces desde el punto de vista social, educativo y psicológico, mientras dejamos que las uvas vayan madurando…

Pero no, preferimos apostar a nuestros buitres….

Y ya para terminar, me gustaría hacerlo lanzando desde estas modestas líneas un grito que ahuyenta a las manadas de buitres. Es sencillo y animo a que todas las personas honestas nos sumemos…

¡¡¡TOTS SOM BARCELONA!!!

 

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