El diestro Álvaro Lorenzo descerrajó este miércoles la puerta grande del coso gijonés de El Bibio tras exhibir su mejor versión y cuajar una rotunda faena de dos orejas a ‘Velero’, un toro de bandera de La Quinta, premiado con la vuelta al ruedo, y otras dos más, estas más generosas, con el encastado y exigente sexto.
Un toro, ese ‘Velero’, que ya desde que salió de chiqueros se vio que iba a ser un gran toro. La manera de colocar la cara en el excelso capote del toledano, la forma también de galopar en banderillas, y qué decir desde que rompió a embestir con la muleta: pronto, surcando el albero en cada acometida y abriéndose en cada pase para que su matador pudiera deleitarse, como así hizo.
Faena muy bien compactada, de tandas sobre ambas manos muy templadas y perfectamente hilvanadas. Rotundas. A derechas la conjunción fue encomiable, pero al natural fue por donde surgieron los mejores muletazos, pues por ahí brotó la hondura de Lorenzo, que cerró su notable obra por “luquecinas”.
La estocada viajó demasiado atrás, pero fue suficiente para que la gente estallara de contento y le premiara con las dos orejas de un toro que recibió los merecidos honores póstumos de la vuelta al ruedo en el arrastre.
Gran brega con el sexto
El sexto fue un toro encastado y, como tal, tuvo sus exigencias. Un animal que embestía con todo, con mucha codicia y transmisión, lo que obligó a Lorenzo a perderle pasos para robarle los muletazos en una labor más intermitente en lo artístico pero de notable mérito en cuanto a la actitud mostrada.
Tras la estocada, una oreja hubiera sido el premio justo, pero el usía, en un alarde de generosidad, le concedió las dos para redondear así una gran tarde por parte del toledano.
Sus compañeros de lidia estuvieron generosos en el esfuerzo pero no tan brillantes como el toledano. Galván se marchó sin trofeos y el sevillano Ortega logró cortar un apéndice al primero de su lote.